lunes, 31 de marzo de 2014

Louvre


LOUVRE


Elegante, bello, armonioso, erótico París...
Elena se extasía con el mayestático Louvre... Su imaginación viaja a ritmo de jet y ve imágenes del tiempo en que fue habitado por reyes: velas, pelucas, brocados, intrigas, cardenales y nobles en busca del favor real... Sobre las fachadas de los hoy llamados Pabellones se dibujan signos y palabras: Liberté, fraternité, egalité = a: guillotina...Caen pelucas, cabezas cercenadas... Escucha la voz de José Luis: –Camina güerita, hay mucho que ver... Él la abraza e ingresan... Tres cosas le fascinan a Elena: la mano de José Luis en su hombro, volver a su lado en mutua complicidad y esa similar pasión por la vida y el arte... La Victoria de Samotracia, la Venus de Milo, las espléndidas colecciones griegas y egipcias, –¡Vaya saqueo! Un poco más y pareciera el Museo de Cairo– van admirando... Se cansa... José Luis, “el infatigable”, espera a que descanse... _¿Por qué no habré traído el Frescapié?... Elena emplea el frescapié mental de la emoción: Rubens, Murillo, Rafael, Tiziano, Miguel Ángel, Leonardo...Recibe una descarga de energía y un júbilo como arco iris la invade... Disimula... _José Luis si me das un beso, continúo... Él responde con voz solemne: –Imposible aquí. ¿Cómo crees? Todos ven... _Si no hay besos, no camino... –¡Qué cosas dices, qué cosas piensas! Este ni es el lugar, tenemos tiempo... _París siempre es el lugar... –Bueno, sí, pero jamás el Louvre... _No exageres, si no te pido escenas del Último Tango en París; unos besitos y ya, o te hago el primer tango en París... José Luis se resigna... –¡Qué mujer!... Elena frente a la Gioconda toca su corazón... Voltea, teme escuchen los latidos; se le figura que se oyen como metrallas y: corredero de gente, estampida humana; el sombrerillo del individuo de atrás sale volando; gringos con shorts exclaman: ¡Oh, my God! Mientras sus Nike parecen alados; a la holandesa, girasol van goghniano, le cambia de rojo el cabello a verde Baudelaire; un mexicano grita: ¡Patitas pa´ cuándo quiero!... Voltea y ve a José Luis: tranquilo; Elena recupera la calma... Mira a la Mona Lisa: impasible... Ha de estar agotada de semi sonreír, de mirar a la distancia, de que tantos la miren con cara de... queriendo conocer su misterio. A veces ha de querer abrir los labios y pronunciar: “Por favor señores, es hora de dormir; suficiente por hoy” y cerrar los ojos... Por cierto, qué tipo el del sombrerillo: alto, flaco, pálido, narizón, manos inquietas que lleva a la nariz, los bolsillos, parpadea continuamente, sube y baja la manzana de Adán... De pronto ve que él saca una micro cámara (made in Japan, por supuesto)... Empieza a decir: _Señor están prohibid... La empuja violentamente y saca una: ¡Navaja!... Un, dos, tres navajazos... Algo ardiente corre por su cara... Lágrimas... La Gioconda está herida, mortalmente apuñaleada... Gritos gemidos lamentos llantos estupor sorpresa silbatos alarmas descontrol... Corre, corre detrás del canalla, corre, igual que los gendarmes... El hombre se mete por un pasillo... Alcanza a verlo colocándose una peluca de trencitas... A contraluz se ve difuminada una silueta... Elena corre; corre el flaco apuñalador... La silueta de golpe se determina: María Antonieta... Extiende su nívea, real mano: ¡Basta de navajas! ¡Quítese de inmediato la espantosa peluca! Por menos me volaron la cabeza.


Martha Elsa Durazzo Magaña

DERECHOS PROTEGIDOS POR LA UNAM. 

Imagen GIOCONDA DE LEONARDO, MUSEO DEL LOUVRE.

sábado, 29 de marzo de 2014

Huracán : Amor XI



AMOR XI

En tiempos de huracán… Ella está en el sepelio de un connotado periodista… Él siempre sabe dónde está ella. Ella escucha su voz, cuando él llega. Su corazón, se acelera. Él entra y fija su mirada en ella… Ella lo ve, sin pestañear… 
-¿Qué harías se quedara atrapado en alguno de los lugares que he de recorrer y están aislados? -pregunta él. 
–Iría por ti y te sacaría en una barcaza. 
Él que hizo un tiempo, un gran esfuerzo, en medio de sus ocupaciones para encontrarla, sonríe ante su respuesta; sin extraviar la seriedad, que suele abordarle con ella; sólo su mirada se ilumina. Se dan la mano, él la acerca a su mejilla. 
–Con mi cariño -le murmura al oído.


Martha Elsa Durazzo Magaña

FOTOGRAFÍA: FLAVIA COSMA.

viernes, 28 de marzo de 2014

Madre Naturaleza


Madre naturaleza



Salí para contemplar un amanecer…
Pálidos y titilantes zafiros celestes besaban al Sol…
Despedida, entramadora de amor.

Y yo admiré
al Sol forjador luminoso,
la prístina transparencia de las líquidas perlas, 
-rocío que nutre las rosas del jardín…

Y las aves surcando viento…
Etéreas vías trazadas, juglares de ágil batir de alas… y
la levedad de la crisálida 
tejiéndose en un pétalo. 

El astro rey, en su síncrono viaje, acentuó su aliento 
-mensajero derramador de esperanza y paz-,
amante de Tonantzin, 
la de colores revestida.

Desde el portal de su sinfónico canto, arrojaron sus semillas, 
y los hombres buenos, acentuando las trincheras conservadoras
de bosques, lagos, montañas, cascadas y ríos.



Martha Elsa Durazzo Magaña

Antología México-Chile 2014

miércoles, 26 de marzo de 2014

Naturaleza


Acostumbro portar un hábito...
El de tu amor que me habita...
Siento entonces rodearme el viento
que de la montaña desciende
colmado del místico canto de la Naturaleza
Hábito tejido, desde el aletear de las libélulas
las mariposas, las hojas y el río.


Martha Elsa Durazzo Magaña


Libro: ALBORADA
D.R.Unión Estatal de Escritores Veracruzanos A.C.

martes, 25 de marzo de 2014

Homenaje Octavio Paz : Libertad bajo palabra

XXXV ENCUENTRO DE ESCRITORES VERACRUZANOS A.C.

LIBERTAD BAJO PALABRA:  OCTAVIO PAZ 

Unidad de Servicios Bibliotecarios de la U.V.
28 de Marzo 2014
16: 00 horas

Taller.Homenaje a Paz con la participación de Martha Elsa Durazzo, Oralia Méndez, Pérez, Arely Huber, Alfredo Jiménez, Gonzalo Valenzuela, América Guerrero, Isidoro A.Montenegro, 
José Luis Yépez.

Mesas de lectura

Entrada Libre



Taller de Creación Literaria

Martha Elsa: Premio a la Superación ciudadana, Medalla de Oro de La Casa del Poeta Peruano, Premio del Leonismo Internacional -Puebla, Oaxaca-Veracruz- Distrito B 7, del diario El Sol de México, de la Asociación Cultural Tuxtepec, Oaxaca, etc. Impartirá Taller. Invitación abierta. 


lunes, 24 de marzo de 2014

Alas


Una música me convocaba...
Desplegaba el alba
Lanzaba el aliento
que mis días bosqueja.
Seguí el eco
en un cuaderno pautado
punteado de versos.
Un cuadro miré
Y pedí prestadas
por minutos
unas alas
Te encontré
Devolví la forma y sus alas.

Martha Elsa Durazzo.

*De Veracruz al orbe: navío de poetas. 
Pintura:Dalí.

sábado, 22 de marzo de 2014

"VAMOS POR EL DIEZ"


"VAMOS POR EL DIEZ"

Entró un niño a la fábrica de acordeones Honner...
-¿En qué puedo servirle? -preguntó el empleado, tras el mostrador de servixio.
-En mucho -contestó el niño y añadió:
-Dice el anuncio que son los mejores abricantes de acordeones en el mundo, ¿es cierto?
-Lo es, Honner jamás miente -aseveró el empleado.
-La semana entrante tengo exámenes finales -dijo el niño y le dejó un buen número de libros y libretas sobre el mostrador-. Pasado mañana vengo; entonces comprobaré sus airmaciones.
Los ejecutivos contrataron especialistas en distintas materias. "Vamos por el diez", fue el lema, esos días en la empresa.
Los empleados de la fábrica trabajaron horas extras.
El niño logró un ramillete de dieces.
Una mención especial hizo el director de la escuela, aludiendo a la impecable perfección de las respuestas de aquel infante...
-Honner cumple sus promesas y jamás defrauda a un niño -le dijo el empleado, cuando lo acompañó a recibir la boleta.
Los propietarios de la empresa quienes habían sido notificados, exaltaron el ingenio; contactaron a la familia del pequeño estudiante. Becaron sus estudios. Pasó el tiempo... Aquel niño es Gerente Internacional de Honner y, por cierto, un gran intérprete de acordeones.

Martha Elsa Durazzo Magaña



*De cuántos, cuentos y palabras. UNAM. 2008.

Fotografía: Rodolfo González.

jueves, 20 de marzo de 2014

Sonrisa de Saeta



SONRISA DE SAETA

La flecha de tu sonrisa
el mar de mi existencia orla.
Luciérnagas me hace mirar
gotas de rocío,
o estrellas fugaces
que iluminan
la galaxia de tus ojos.
Cimbra mi cuerpo
en la calidez de tus manos
estremece mi órbita sensorial
tu aliento apacigua la soledad
que entona mi dermis.
Hazme contar luceros,
mirar con furor el alba.
Tus labios son uva,
lluvia que colma el ansia que clamo.
Tu cuerpo es fuerza,
columna griega que ciñe el horizonte
ágil placer en brisa que fluye
hacia mi interior
y convierte en hogar mi fuego.

DEL LIBRO: VERSARIAS ONDINAS Y BUCANERAS. COMPILACIÓN: Martha Elsa Durazzo


 DERECHOS PROTEGIDOS: IVEC/CONACULTA. 

FOTOGRAFÍA: RODOLFO GONZÁLEZ.

martes, 18 de marzo de 2014

VAIVÉN DE OLAS



“VAIVÉN DE OLAS”

Sentada a la orilla del océano contemplo el vaivén de las olas. Dejo de apreciar el paisaje para abrir un libro cuyas páginas comienzan a revolotear por el aire y veo escapar una fotografía que guardo en él; rápido dejo el libro para correr tras ese retrato que han custodiado los “Veinte Poemas de Amor y una Canción Desesperada” del bardo Neruda… Al iniciar mi carrera tras el volar de la imagen siento desprenderse de mis piernas las arenillas playeras, como de la mente comienzan a desgajarse los recuerdos cuando con la foto en las manos, vuelvo a sentarme sobre la tersa arena; extravío la noción del tiempo, porque para mirarlo a él nunca he limitado el compás de las manecillas del reloj… Observo la imagen y pienso: 
-Como las olas vienen y van, así la vida me acercó y alejó de él.
Miro de nuevo el mar, veo desde que se forma una ola hasta que viene a quebrarse en la orilla y recuerdo la primer ocasión que lo vi, hace más de tres décadas; yo era una joven de diecisiete años y él, con sus treinta y tantos, que entonces me parecían numerosos e inquietantes; él era un connotado escritor que fue al Auditorio de la Universidad para dar una conferencia; en lo que se acomodaban los asistentes, los organizadores cubrían las formalidades y por fin lo presentaban, estuve absorta mirándolo y tengo presente que algo me ocurrió; sin darme cuenta del por qué o cómo, empecé a experimentar algo, que jamás procuré entender, entre aquella nutrida concurrencia estudiantil de la Facultad de Letras que llenábamos ese día aquel recinto, lo que, a mi entender, me convertía en una más del núcleo; esto lo consideré una ventaja, podía verlo sin que notara mi atención. Grabé en mi memoria su mirada que, antes de iniciar su exposición, parecía mirar a la distancia, sus rizados cabellos rubios, aquella nariz aguileña y el mentón que daban medida de la firmeza de su carácter, los delineados labios y sus ojos verdes me provocaban el deseo de ser una hoja pendiendo de su árbol para que mecida por el viento, yo pudiera recorrer su piel blanca, aterciopelada como durazno y responder al aroma viril que transpiraba; después imaginé trasladarlo a un paisaje, donde solos, dejaba de ser hoja para convertirme en una espléndida mujer y él un hombre al cual me iba acercando muy lento para desabotonarle el saco, sacarle la camisa, sentir el contacto de su piel, saborear sus labios y vibrar al unísono de nuestros cuerpos.
Un codazo de mi amiga Leonor me volvió al presente y abrí la libreta de apuntes… El lapicero guiado presuroso por mi mano parecía un auto conducido por Emmerson Fitippaldi, tal era la velocidad con que deseaba concentrarme, apagar aquellos deseos y capturar la esencia de sus palabras que se desgranaron hasta lograr una brillante disertación que, unida a su actitud y físico, crearon ese “algo” que puede inducir a una joven a forjar un romance, interior, con un varón que llame su atención.
Concluyó. Él se fue; en mí quedaron impresos aquellos momentos. Durante lustros compré todos sus libros, asistí a la mayoría de los foros en que sabía que estaría, reuní los recortes de periódicos y revistas que hacían referencia a él y guardé aquella fotografía que, en un simposium, nos tomaron juntos, porque me dediqué a la investigación y era una especialista en su obra; así estuve sentada a su lado; otra vez en una sala de conferencias, entre los numerosos asistentes, bajo la luz de los reflectores, con mis treinta años y sus casi cincuenta; yo divorciada y él libre.
En la cena posterior noté cómo hizo lo posible para que quedáramos sentados juntos; la charla nos acercó a varios amigos en común, descubrimos que compartíamos el gusto por los viajes, la pintura, diversos temas y algunos autores; sorprendida le oí comentar mis ensayos… Yo me interesé por él y él se interesaba, semejábamos vertientes abrazándose; ya para despedirnos pronuncié:
-Ha sido un placer…
Retuvo mi mano. Sentí una presión leve, impregnada de aquella sensualidad que siempre consiguió turbarme, a pesar de la distancia, en los foros. Desvié la vista, entonces oprimió un poco más la mano y su voz comprensiva dijo mi nombre; volví a mirarle, en tanto sus ojos penetraban los míos expresó:
-Ese placer se dio hace más de veinte años cuando te vi la primera vez; estabas sentada hacia la izquierda, ocupabas la primer butaca de la tercera fila; después te veía siempre en mis conferencias sin saber cómo acercarme a ti, porque cuando finalizaban te retirabas de inmediato; supe tu nombre por el retrato en la contraportada de uno de tus libros. Hoy pedí que te invitaran para lograr tenerte a mi lado y escuchar, por fin, el sonido de tu voz. Leíste como esperaba: con tu voz grave, profunda, ibas amando cada palabra; tal como los seres comienzan a amarse hasta alcanzar el orgasmo. Ambos hemos esperado; dame tu teléfono; ven conmigo, pronto iré a Francia. No respondas ahora; te llamo.
Sin responder miré cómo sacaba una pequeña agenda de piel negra, me pidió que le anotara mi número, después me dio su tarjeta.
Durante meses, cuando contestaba el teléfono, algo similar a una descarga eléctrica me recorría; pero no, no era él… Entonces volvía a mi trabajo y por las noches abría los “Veinte Poemas de Amor y Una Canción Desesperada”, no sé si para reencontrar el poema “Quince” o por mirar la fotografía guardada entre sus páginas. Nunca me decidí a comunicarme con él marcando yo su número.
Tres años después volví a casarme y acudí con mi esposo a una recepción en la Embajada de Italia; mientras platicaba con el agregado cultural sentí que algo me hacía, imperiosamente, voltear. Allí estaba él… Desde la terraza que daba al jardín me miraba. Se acercó la esposa del embajador, continúe la charla; más tarde inventé una excusa y seguí la súplica-mandato que Eduardo me lanzaba con la mirada; fui al balcón con la copa de champaña entre las manos, sintiendo el roce sensual de las gasas del vestido negro.
-Te ves tan bella como una donna di Fellini; habla para que escuche la voz de sonoridades profundas, que calan en la mar de mi alma.
-Buenas noches -respondí.
-¿Sólo eso pronuncias, avariciosa de lo que provocas? ¿Acaso por eso nunca contestaste a mis llamadas?
-¿Llamadas, dices?
Hoy vuelve a cimbrarse mi corazón, como en aquellos momentos en que lo miré sacar despacio de la bolsa interior del smoking la agenda negra, un poco ajada por el paso del tiempo, pero reluciendo los dorados del canto de sus hojas.
-Siempre la llevo conmigo -dijo-, quise conservarla para ver los estilizados rasgos de tu letra. Lamenté que quizá aquella noche fui abrupto. Te marqué tantas veces, desde aquí y de cualquier lugar del mundo donde he estado. Me casé, sin embargo, jamás te olvidé.
Luego me mostró el número telefónico que yo había escrito y donde anoté, equivocado, el último dígito.




Martha Elsa Durazzo Magaña

DERECHOS PROTEGIDOS POR LA UNAM Y EL IVEC-CONACULTA.

lunes, 17 de marzo de 2014

Dinosaurio



Va de cuento: DINOSAURIO.

Secuencia al Dinosaurio en Homenaje a Augusto Monterroso. -O sea: yo, también, hablo del dinosaurio-.
I.- Cuando el ya afamado dinosaurio despertó,
miró a varios hombres y reflectores...
Bostezó y decidió volverse a dormir.

II.- Dormido el dinosaurio movió su cola...
Tuvo conocimiento Spielberg; ideó su Jurasic Park.

III.- Volvió a despertarse el dinosaurio...
Fue al estreno de Jurasic Park.

IV.- Noticia a ocho columnas:
"El dinosaurio demanda a Spielberg por difamación."

V.- Mensaje del dinosaurio a Monterroso:
Lástima que te fuiste; está a toda mad... la colina 
con que me indemnizó Spielberg.


Martha Elsa Durazzo Magaña
*De cuántos, cuentos y palabras. UNAM, 2008.


FOTOGRAFÍA: RODOLFO GONZÁLEZ.

sábado, 15 de marzo de 2014

Marcela

"MARCELA"

Machela le decían en su casa... ¡Marcela!, la maestra... Marcelita, con melodiosa voz le dijo aquel patán que procuró su desgracia...
Decía la nota en el periódico que con tres puñaladas la dejó tendida en su cama... Con los ojos abiertos, buscando la vida...
A Machela le cerraron los ojos, antes que la consumieran las llamas del crematorio... Dicen que el culpable está tras las rejas, pero los ojos de ella, no recobraron la vida, son cenizas.
Marcela, mi amiga.
Martha Elsa.



*Publicado en "Todas las Manos", Unión de Escritores y Artista de Cuba. Compilación Martha E. Durazzo y Manuel García Verdecia. 

Fotografía: Rodolfo González.

jueves, 13 de marzo de 2014

"AMÉRICA"

AMÉRICA

América baila y ríe
es una joven rumbrera
cuya cadera se cimbra:
sensualidad de pantera.

América en su cintura
proyecta la placidez
de sus cálidas palmeras
Con el bronce de sus hombres
se construyen sus arenas.

América tiene un pecho
y un altiplano de atleta
Sus islas hijas del mar
recoogen y dimanan
el espíritu poeta.

Del Norte al Sur
canto y luz
vida y pasión es América.

Martha Durazzo.

*ISBN 978-607-9038-49-6

domingo, 9 de marzo de 2014

viernes, 7 de marzo de 2014

De la mujer, el día.




Presiento tu mirada sobre mi cuerpo
desgajándose
abordando la entraña del orbe de mis versos
cual luz que despliegan las luciérnagas
Oyéndote entonar mi nombre, lira estelar
en onírico vuelo, me desprendo
para sobre tu pecho arremolinarme
y que el rocío de mis letras te refresque

                                                 Soy flor

                                                        Tú el jardinero.

Fotografía: Gustavo Pastrana.
Derechos protegidos por Escritores Veracruzanos, A.C.

miércoles, 5 de marzo de 2014

Marica



“¿MARICA?”


-¡A la madre!, yo digo que mejor no entremos. La mera verdad eso de entrar al panteón a media noche, porque dizque ahí llega un nahual, me disgusta. La neta, pienso que los muertos están bien donde están y para qué molestarlos.
-Les dije que este se orina del susto no´más de pensar en fantasmas; eres un marica.
Israel siente que la cara se le pone roja, aprieta fuerte los puños y contesta a la provocación:
-No soy marica. Ustedes andan borrachos. Antes a estos lugares les llamaban camposanto; entrar briagos allí, no demuestra nada.
Juan, líder de aquel grupo y el más ebrio, vuelve a tomar la palabra:
-Újule, va a llorar la mariquita; tú eres el borracho y un puto, si hasta tienes la facha y el modo.
-Mira cabrón, no te meto un madrazo por pura lástima; andas tan tomado que con un empujón te tumbo.
-¡Marica, marica! –comienzan a corear los amigos, emulando a Juan quien comenzó el estribillo.
-Les digo, por última vez, que mejor no entremos; si de valor se trata mañana los reto a…
-Ma-ri-ca, ma-ri-ca… -vuelve a corear el grupo interrumpiendo a Israel, en tanto los primeros comienzan a escalar la verja del cementerio.
Israel agarra su medalla y piensa:
-Virgencita, que no me vaya a salir el chamuco. Espíritus, perdónenme, pero si no entro estos canijos me agarrarán en friega con lo de marica –se persigna y comienza a subir…
Narra Israel a su hijo: 
-Dieciocho años teníamos… A esa edad era difícil comprender que más hombre se necesita ser para actuar diferente a como un grupo quiere, así que yo también crucé la reja del cementerio.
-¡Miren, se animó el rajado! A saber si del susto lo tenemos que enterrar mañana; revísenle los pantalones, seguro que ya está orinado.
-Eso decía Juan, cuando puse el pie derecho dentro del panteón.
-Déjate de fregaderas -dije-, ya entramos, ahora di cuál era el afán.
-El afán sigue siendo, “señorita”, encontrar al nahual. Cuentan que viene como una lechuza y aquí se convierte en hombre. Lo vamos a esperar, pero antes aprovecho para descargar mi agüita.
-Al decir esto se puso a orinar sobre las sepulturas; el resto lo imitó, excepto yo que comencé a caminar por el pasillo central pensando: 
-La neta, qué pesados andan estos güeyes, yo lo que tengo es sueño y ellos traen onda para rato.
-Cuando volteé saltaban de una tumba a otra y luego se entretuvieron sacando flores de las sepulturas...
-Mariquita, ya tenemos flores suficientes para llevarles a nuestras novias, y a ti, ¿te gusta alguna del pueblo? Aquí hay varias que se pelaron jovencitas y a lo mejor se fueron con ganas; aunque chance y por las noches el nahual…
-No concluyó la frase que acompañó con una serie de movimientos pélvicos. Continué por aquel pasillo y seguí callado… A los tontos y necios se les debe hacer poco o ningún caso y aquellos estaban tan necios que carecía de sentido responderles. Después me detuve para volver a mirarlos; brincaban, otra vez, sobre los sepulcros, decían obscenidades y Juan aventó las flores; todos hacían a semejanza de Juan a quien más tarde oí:
-¡Nahual, no chingues!, déjate ver si es cierto que existes; a lo mejor eres del mismo equipo de Israel y de puro choto te escondes.
-Un ruido llamó mi atención… Lo único que distinguí, al final del pasillo, fue una silueta acompañada de una lucecita. La silueta pronto desapareció y sólo quedó aquella lucecita… Rápido me persigné, sentí una gran tranquilidad y atracción por ir hacia donde estaba la luz tenue… Fui y en la penumbra distinguí que estaba bajo techo… Al entrar miré que había un espacio plano, blancuzco y un bulto… El sueño me arreció y pensé acostarme allí en tanto mis amigos se decidían a que nos fuéramos… Me recosté y nada más alcancé a ver que aquella luz se apagaba; solo iluminaba, un poco, el brillo de la Luna que alcanzaba a filtrarse por donde entré… En la oscuridad, a mi derecha, en el suelo, vislumbré un par de ojos que cambiaban su tamaño y forma, de ave a humano; tenían un fulgor y magnetismo que me impedían apartar la vista, al mismo tiempo sentí un gran sopor… Hice un esfuerzo para refregarme los ojos, al abrirlos volví a encontrar aquella mirada. Escuché una voz que pronunció: 
-Duerme. Jamás experimentarás temor alguno. 
-Pese al impulso que hice, no pude levantarme, sentí una mano pasar sobre mi frente, ojos y corazón y un gran peso en los párpados… Imposible saber cuánto tiempo transcurrió… La sombra de un hombre arrojó algo sobre todo mi cuerpo, el lugar comenzó a impregnarse con aromas penetrantes y surgió una gran flama, en medio de la cual desapareció el varón… Después escuché aletear y un animal comenzó a volar lanzándoseme; sentí el cuerpo ligero, cogí lo primero que encontré y comencé a batallar con aquél ave… Afuera se escuchaban las voces de mis amigos que me llamaban y convocaban al nahual:
-¿Dónde estás Israel?
-¡Preséntate, si eres macho nahual!
-¡Responde marica!
-¡Aparécete nahual!
-Hijo, correteando al pajarraco salí y grité a todo pulmón:
-¡Aquí estoooy!
-Juan nada más exclamó: ¡Ayyyyy!, y azotó.
-¡No chinguen! –vociferó otro y, poniéndoseles los cabellos de punta, salieron corriendo.
-Me incliné para auxiliar a Juan, quien estaba desmayado; entonces el pajarraco de nuevo se me lanzó encima; rápido agarré aquello que primero había encontrado, que resultó ser un fémur, para corretear a la lechuza. Salí persiguiéndola, hasta pasar la reja del camposanto, allí salió volando hasta pararse en la rama de un árbol… Escuché el ruido del motor que mis amigos no podían arrancar; aún con el fémur en la mano, corrí a pedirles que regresaran a ayudar a Juan; jalé la manija que no abría por el seguro, al mismo tiempo que me sacudía con el fémur la lechuza que había regresado.
-¡Abran! – les grité, cuando el pajarraco salió volando. En el interior aquellos daban alaridos. Sin entender lo que pasaba, exclamé:
-¡¿Qué se traen cabrones?! -Como no reaccionaban, grité muy fuerte:
-¡Soy yo, el que andaban buscando! 
-Al decir esto me fui hacia el parabrisas, para ver si viéndome de frente reaccionaban. Los chillidos aumentaron y, sorprendido, pegué un brinco al verme reflejado en el vidrio… Al igual que los brazos y ropa, el cabello, cuello y mi cara estaban recubiertos de un polvo blanco y descubrí a la lechuza que había triplicado su tamaño, volando detrás de mí. Cuando giré para volver a corretearla fue a pararse al toldo del automóvil; me lancé con todas mis fuerzas, intentando agarrarla de una pata, pero emprendió el vuelo… Dentro del carro aquellos vociferaban enloquecidos; bajé y con la mano me limpié la cara para que pudieran reconocerme… La lechuza volvió a pasar volando; emitió unos sonidos que parecían risas… Entonces comprendí la intención del nahual, empecé a contagiarme de su ánimo y a reír al verlos bajar a todos, orinados.
Nunca supe cuánto ni cómo transcurrió el tiempo…


Martha Elsa Durazzo Magaña


DERECHOS PROTEGIDOS POR LA UNAM. ISBN978-970-32-4694-6

FOTOGRAFÍA: GRACIELA OLVERA.



martes, 4 de marzo de 2014

Mis Letras



Mis Letras

Bailan, giran, tiemblan, se estremecen, siembran, cosechan, lloran ríen, juegan, viajan, escalan o se precipitan, se trasladan por el tiempo, pintan paisajes, plasman voces, escenas pérdidas y ganancias, aman, se acuestan y levantan con el puño apretado o como el lago en calma, me acechan y estrechan, se insertan en mi alma, me abren los lagrimales, la sonrisa y el corazón a su antojo, me agotan, vigorizan o alegran, mientras ellas crecen en libertad... Al final veo que fue bueno. Apago la luz y duermo.


Martha Elsa Durazzo:.

Derechos Protegidos por CONACULTA e IVEC