Este pájaro murió de tristeza, con las alas rotas de tanto
querer emprender el vuelo y un espíritu
enjaulado… este pájaro abandonó el aliento de la libertad, la asfixiaron: le colocaron un algodón perfumado en la nariz,
le mostraron fotografías del orbe… se convulsionaba, viéndose y viéndolos con
estertores de muerte… la cobardía la
hizo presa del último vuelo no logrado, del rezagado poema, del sueño del que
fue despierta…
esta ave carecía de pólvora, de manos firmes para sostener
un arma… “No lo hagas, es pecado, el alma y la mente se extravían, pierden la
luz”, le dicen y carece de luz en vida… los dolores parecen conducirla a un
parto pero son los golpes uno a uno; los dados con intención o sin ella, los
juicos, las ausencias, la carencias de sueños, la realidad como marcapasos…
esta ave camina sola, acompañada de una multitud de
recuerdos… Unos coloridos otros que se desvanecen y algunos que estallan como
una metralla que acierta y duele…
este pájaro carece de sangre, solo le corren letras; no
tiene columna vertebral sino libros y algunos relojes “dalianos” que marcan las
horas a destiempo y quiere detenerse, con las manos como garras para atrapar
y esconderse en los azules de Picasso y
los girasoles de Van Gogh… también se le escapan, y busca el claroscuro de
Rembrandt, la poesía de Neruda, los poemas de Benedetti, la precisión de
Octavio Paz para quebrar los barrotes de hierro y ver emigrar, tranquila, ese
último aliento, que la dejó inerte, sin vida.
Martha Elsa Durazzo
D.R.2016