viernes, 16 de diciembre de 2016

Amistad




¡Ay! Cómo me duele el alma
cuando no me miras...
¡Ay! Cuántos caminos recorridos
sin letras
ni palabras amigas
Soledad que te desgranas
como el agua se desliza por mis manos
Canto, aún, a la vida
y espero por aquellos que me han acompañado
por los que no traicionan
ni conocen la hipocresía
Cuánto pesa el arpegio
que, a veces, queda detenido
por quienes corrieron a otras veredas
por los que abandonan la ruta 
de una nao que no siempre ríe
pero que extiende una mano sin repliegues
honesta, directa, sin recovecos ni alardes, amiga.

Martha Durazzo
D.R.2016

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Destiempo







Este pájaro murió de tristeza, con las alas rotas de tanto querer emprender el vuelo  y un espíritu enjaulado… este pájaro abandonó el aliento de la libertad, la asfixiaron:  le colocaron un algodón perfumado en la nariz, le mostraron fotografías del orbe… se convulsionaba, viéndose y viéndolos con estertores de muerte…  la cobardía la hizo presa del último vuelo no logrado, del rezagado poema, del sueño del que fue despierta…
esta ave carecía de pólvora, de manos firmes para sostener un arma… “No lo hagas, es pecado, el alma y la mente se extravían, pierden la luz”, le dicen y carece de luz en vida… los dolores parecen conducirla a un parto pero son los golpes uno a uno; los dados con intención o sin ella, los juicos, las ausencias, la carencias de sueños, la realidad como marcapasos…
esta ave camina sola, acompañada de una multitud de recuerdos… Unos coloridos otros que se desvanecen y algunos que estallan como una metralla que acierta y duele…

este pájaro carece de sangre, solo le corren letras; no tiene columna vertebral sino libros y algunos relojes “dalianos” que marcan las horas a destiempo y quiere detenerse, con las manos como garras para atrapar y  esconderse en los azules de Picasso y los girasoles de Van Gogh… también se le escapan, y busca el claroscuro de Rembrandt, la poesía de Neruda, los poemas de Benedetti, la precisión de Octavio Paz para quebrar los barrotes de hierro y ver emigrar, tranquila, ese último aliento, que la dejó inerte, sin vida.


Martha Elsa Durazzo
D.R.2016