Bendito aquel que expande la sonrisa cuando nos atiende; loado sea el camionero que no arranca hasta que su pasaje está seguro y no excede la velocidad ni el toquido del claxon...
Bendito el amigo que te acompaña y agradece, y no te muerde la mano, en señal de cortesía...
Benditos los pechos que amamantaron al político que cumple y recuerda su condición de servidor público...
Bendito sea el que te mira comprensivo cuando te enseña y abandona la sonrisa estúpida de quien más sabe, callando la indicación que corresponde...
Loado el maestro que impulsa a su alumno, califica correctamente y auxilia a quien lo solicita...
Bendito el estudiante que se aplica y el buen hijo...
Bendito el patrón que paga lo justo y el obrero que cumple...
Bendito sean todos aquellos que respetan la vida, la trayectoria, los derechos, el trabajo y los logros ajenos...
y guarda para Dios sus más bellas palabras.
Martha Elsa Durazzo Magaña
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